lunes, 28 de marzo de 2011

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Cuando se incorporó y cruzó el portón del colegio, estuvo a punto de pasar de largo ante el muchacho que la esperaba, un chico rubio que vestia vaqueros y una camisa a cuadros, por fuera de los pantalones, y que aguardaba en actitud despreocupada, con las manos en los bolsillos y la espalda apoyada en un árbol, sin ser consciente de los cuchicheos, las miradas mal disimuladas y las risitas que provocaba su presencia allí.
Victoria habría pasado de largo, de no ser porque, por alguna razón, el corazón le dió un vuelco, y no pudo evitar volverse para mirarlo. El muchacho se enderezó y la miró también. El corazón de Victoria se olvidó de latir por un breve instante. Sus labios formaron el nombre de él, pero no llegó a pronunciarlo. El chico sonrió, algo incómodo.
- Hola, Victoria -dijo.
Ella casi no lo oyó. De pronto, su corazón volvía a latir, y lo hacía con demasiada fuerza. Tragó saliva. Había soñado tantas veces con aquel momento que tenía la sensación de que aquello no era real, que en cualquier momento despertaría... y que allí, frente a ella, no habría nadie.
Pero el muchacho seguía allí, mirándola. No se había desvanecido en el aire, como una ilusión, como un espejismo, como un hermoso sueño. Era de verdad.
- Jack - pudo decir ella.
Jack ladeó la cabeza y desvió la mirada, sin saber que decir. Tampoco Victoria se sentía especialmente lúcida. Ambos habían ensayado miles de veces las palabras que dirían si aquel encuentro llegaba a producirse, pero había llegado el momento y los dos se habían quedado completamente en blanco...

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